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Roberto Albeza

Nació en Salta en el año 1917.

Como una corona diáfana define el poeta Jacobo Regen los versos de Albeza. Rescatar el ingenuo mundo de la infancia, recuperar el tiempo perdido, cubrir de magia y ternura la vida y la naturaleza son los motivos que marcan su discurrir coplero, musical y sentencioso, tan propio de la cultura norteña.

Se recibió de maestro en la Escuela Normal de Salta y luego le concedieron una beca para seguir sus estudios en la provincia de Entre Ríos.

En el Instituto del Profesorado Secundario de Paraná, se recibió de profesor de Castellanos y Literatura. En esa ciudad entrerriana conoció y alternó con el talentoso poeta y profesor Alfonso Solá González y con Amaro Villanueva.

De regreso a su provincial natal, se entregó al estudio y al mundo de la creación artística. Publicó las siguientes obras: Imágenes para recordar (Salta-1955); Romances del Callejón (Salta-1956); De los aledaños (Salta-1957); Arbol solo (Ediciones Pirca – Salta-1959); Romances de dos ramales (Ediciones Pirca- Salta- 1960); Imágenes Encendidas (Edición de la Comisión Bicameral Examinadora de Obras de Autores Salteños – Salta – 1986). Todas estas obras están realizadas dentro del ámbito geográfico, cultural y social de su provincia natal y han merecido oportunamente, favorables comentarios del periodismo de Salta, Tucumán, Córdoba y Buenos Aires.

En su obra aparecen el paisaje, los personajes del Chaco Salteño y de los pueblos del Valle de Lerma; entre éstos, Chicoana, por ejemplo que le enseñó a amar la naturaleza y a su gente. La Municipalidad de este pueblo, donde pasó su infancia, lo homenajeó al poeta, colocando su nombre a una de sus avenidas, en el año 1994. Lindo aplauso que el protagonista recibió con entusiasmo y agradecimiento.

En la ciudad de Salta, el salón de arte “Jorge Martorell”, le otorgó el 12 de octubre de 1993, el galardón “Gala de los Cinco Siglos”, como Ilustre Personalidad Salteña.

Con el artista plástico Jorge Hugo Román y el escultor Esdras Gianella, Albeza creó a fines de la década del 50, la revista cultural Pirca, que recibió comentarios del periodismo de todo el país. En esta publicación colaboraron entre otros: Manuel J. Castilla, Gustavo Leguizamón, René Hart, Vicente Pérez, Emilio Trazado, Raúl Aráoz Anzoategui, Holver Martínez Borelli, Walter Adet, Jacobo Regen, Miguel Angel Pérez, Raúl Brié, Nicolás Fogo y los tres artistas fundadores-directores: Roberto Albeza, Jorge Hugo Román y Esdras Gianella.

En la semana de Salta del año 1962, invitado por la Dirección Provincial de Turismo y Cultura, hizo un recital de su obra escrita en prosa y verso.

Como periodista fue uno de los fundadores de la revista "Pircas" que tuvo gran protagonismo en la decada del 50.

El artista Jorge Hugo Román, autor del prólogo del libro Arbol Solo, opina de este modo sobre el poeta: ...”Por su estilo define un modo de sentir, de ver y de pintar, hecho de una manera concreta y definitiva. Nos da la pintura de un paisaje, de un conjunto de cosas, perfectamente encajadas en su marco exacto. Hay una jerarquía mental impresa, que se define por su carácter. Precisamente, ése es el estilo, la estética del verdadero artista.
Hay sensaciones, presentimientos, luchas, búsquedas, renuncias y de esa lucha de elementos surge la estampa
”.

...” La vida de Albeza tiene la gracia prístina de una pequeña aldea provinciana donde un niño vivió en un mundo compacto, apretujado en callejones, casas de paredes de adobes, puertas y ventanas pintadas de verde, y unos pastizales donde hondeaba pájaros...

... Magia y sortilegio. Fantasía exuberante, impulso que le fluye de la sangre, en una prosa cuajada de diamantes donde cada imagen brota límpida. Albeza es el descriptor incomprabale de un paisaje vívido, transfigurado y soñado. En cada párrafo está impreso un espíritu varonil y esencial”.

Bien dice Gustavo Martínez Zuviría en una carta desde Buenos Aires hablando de nuestro querido poeta: “es un descriptor incomparable, un rey de las imágenes, que fluyen bajo su pluma y estallan originales, vivaces, llenas de color y pensamientos”

Murió en Salta en el año 2004.

(Extraído del libro Poetas Salteños-Ediciones del Instituto Cultural Andino)

Una poesía:

El bobo tragador de nubes

Las hadas del hospital le pusieron al bobo tragador de nubes una almohada chata y le sacaron sangre de cualquier vena. Él les hablaba de sus quimeras rosadas, recitaba versos y pensaba en un techo de cristal o en un patio abierto para bien morir. Tomó la posición más cómoda, dejó caer delicadamente el dorso de la mano con la placidez del descanso eterno, y sintió que el mundo rodaba, rodaba...

El chagásico alcohólico de la cama vecina, doblado, como un compás, lo miraba y se pellizcaba las uñas enlutadas con ambas manos; estiraba el colchón como si quisiera arrancar un esqueleto, y mirando la cama del bobo tragador de nubes, le decía: ¿Y vos, quién sos? Matala, matala, quemala, clavale el cuchillo, apagala, apagala!...

El ingenuo soñador nada escuchaba, sólo entreveía en sueños blancas enfermeras como frágiles libélulas traspasadas de luz y un ajuar de intangibles y bordadas mariposas nocturnas que rondaban la cama del chagásico enloquecido.

También vio descender desde el panorámico techo de cristal una tarántula pelusienta y avellanada  que balanceándose sobre la cama, envolvía y aprisionaba al anémico loco.

Asomóse el sol abriendo en lo alto grietas y colores. El bálsamo del amanecer tendió un arco de luz bajo el cielo verde agua. Corrió desde el fondo bajo y amargo del cerro una brisa acidulada y tierna, y las silenciosas hadas de la noche recorrieron las iluminadas galerías del San Bernardo... Y el bobo tragador de nubes, siguiendo por la ventana el camino que abre la rosada cima del Portezuelo, entre lágrimas y cristales exclamaba: ¡Oh, la vida, la vida!...

 

ROBERTO ALBEZA
(de Imágenes encendidas, Salta, 1986)

 

ALTOS DE LAS MERCEDES

Callejón de Las Mercedes
camino de tierra dura,
el hachero de los tiempos
ha partido ya la luna.

Los viejos chinos de lata
del tabaco que se estufa,
desatan sus trenzas de humo
y están mirando la luna.

Callejón de las Mercedes,
donde la muerte se pulsa,
o se las llevan las jacas,
o se acarrean las mulas.

El reloj de la alta plaza
no tiene cuerda ni agujas;
los fuegos fatuos desprenden
faroles de coyunturas
y se los lleva la acequia
elásticas de las yuscas.

Un borracho en el camino
topa, perdido, una mula.
¡Oh Alto de las Mercedes,
camino en la noche oscura!
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